BOLÍVAR Y EL AMOR
Por: Manuel Tiberio Bermúdez
Fotos
obras del pintor Diego Pombo
La
admiración por Simón Bolívar, el libertador de cinco repúblicas, nos viene
desde la escuela cuando los profesores nos hablaron de un venezolano que
decidió dedicar su vida a dar libertades y a combatir a los opresores y a la
opresión.
También
nos enseñaron que hizo un juramento, delante de Manuel Rodríguez, su tutor y
mentor, en el Monte Sacro de Roma en el que dijo: «¡Juro delante de usted; juro
por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi
Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya
roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!»
Desde
esas lejanías hasta hoy, cuando nos hablan de Bolívar nos llega la imagen de un
hombre sobre un corcel moro (blanco) que libró mil batallas. Como héroe avanza
en su caballo por el cielo de los inolvidables, pero poco nos preguntamos por
el hombre, por el ser humano que era don Simón, por los amores para el descanso
de la guerra en las soledades del triunfador.
Descubrimos
su legado como genio de la guerra, como estadista, como guerrero, pero los
profesores, que nos llenaron de fechas y episodios en los que los muertos eran
tan numerosos que se nos perdieron las cifras, nunca nos contaron que en medio
del fragor de las batallas su mente enamorada buscaba, por entre la humareda de
los fusiles, el sabor de unos labios y el recuerdo unos ojos que eran su
aliciente diario.
Porque
Bolívar, —luego de que cumplimos con las tareas del colegio para complacer a
nuestro profesor de historia patria— y nos aprendimos de memoria una historia
sin gracia llenas de fechas cañonazos y muertos, empezamos las lecturas para
andar nuestra vida, para descubrir la otra historia, la que nos ocultaron y entonces,
descubrimos la diferente historia del “negro venezolano”.
Bolívar,
fue un amante insaciable, un conquistador innato, un guerreo y un estratega sin
igual en las batallas sobre sábanas.
Bolívar
era un ser humano que quería con intensidad, amaba como aman los hombres que
cotidianamente desafían la muerte y buscan como el poema a “dios en los brazos
de una mujer”.
Los
nombres de sus amores que registró la historia nos cuentan de María Teresa Toro
y Alayza, su esposa, por la que se hincó ante el altar e hizo el juramento que
solo se rompe con la muerte. Pero fallecida ésta, parece que se dedicó a
arrastrarle el ala a hija de la negra que lo crio y vivió con ella un ardiente
romance.
Pero
según la historia le gustaba la juerga completa pues se dice que le gustaba la
rumba tanto como las batallas y por eso andaba con músicos. Aseguran que “hacia
baile antes y después de cada batalla y tenía fama de excelente bailarín”.
Luego
entra a la escena Fanny du Villars, la pariente que le hizo disfrutar el amor
en París la ciudad de los amores sin tiempo.
En
el bajo magdalena colombiano el Coronel Bolívar conoce a Anita Lenoit, de
padres franceses que le da al libertador, a sus 17 años, un amor fugaz pero
intenso. Luego enamoró a Juana Pastrano Salcedo, y posteriormente el amor
llegaría hacia él con el nombre de Josefina Machado, quien le acompañó por un
tiempo.
Nombres
que seguramente evocaba entre el ruido de los cañones y los ayes de los heridos
o que se le aparecían en noches de soledades.
Señala
la historia que la hermana del coronel Soublette, Isabel Soublette, también fue
su amada, y agregan los historiadores, que el ascenso de Soublette a segundo
jefe del Estado Mayor se debió a esa relación de libertador con la hermana del
coronel. ¡Chismes de la historia!
Luego
vendrían otros nombres que le mantenían el corazón en acelere constante al
genial Bolívar: Julia Corbier, Bernardina Ibáñez, “La melindrosa”, Manuelita
Sáenz, “La libertadora del libertador”, Teresa Laines, Manuelita White,
Joaquina Garaicoa, Teresa Mancebo, Aurora Pardo y otras de las que sólo su
corazón enamorado conocía los nombres y eran pronunciados en sus soledades o en
los oídos de las amadas.
Parece
ser que la también el amor impulsó esta libertad que nos ha quedado corta y por
lo humano de Bolívar, celebramos la libertad pero sobre todo al amante que
entendió las guerras del corazón.
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