ESCRIBIMOS PARA NO ESTAR TAN SOLOS…
Por Manuel Tiberio Bermúdez
Se llama Kathy Serrano, tiene el pelo
enredado pero las ideas claras. Tiene también un corazón de gitana y ha girado
por el mundo buscando, indagando, compartiendo, aprendiendo y dejando el alboroto
de su risa por donde quiera que vaya.
Jovencita se fue a vivir a
Caracas. Allí
calzó sus zapatos de andariega y pegó un salto gigante, para la Unión Soviética.
Después, su norte fue el Sur y aterrizó en Lima donde hoy reside.
De tanto andar, mirar, hablar y reír,
hoy carga en su equipaje de la vida un Máster en Artes que le otorgó el
Instituto Estatal Ruso de Artes Escénicas de San Petersburgo. También es
directora de teatro, actriz, tallerista y escritora. Libros suyos son Historias
mínimas Microficcion, El día que regresamos, Húmedos, sucios y violentos, entre
otros.
Tiene algo de Colombia que camina en sus
genes pues su madre es de aquí y sus papilas gustativas también ya que desde
que llegó a la capital del Valle no ha parado de comer almojábana y pandebono.
Estuve en los talleres que dictó Kathy
Serrano durante el III Coloquio internacional de cuento y cuando el tiempo le
dio tiempo le pedí que respondiera a mis cuestionamientos de preguntón
incorregible.
Está muy lejos de Lima. ¿Qué la trajo a
Cali?
Risas. Lo primero, vine a disfrutar del
sol. Para mi llegar a Cali es un regalo del cielo ya que dentro de mis raíces
está Colombia. Nací en Venezuela, mi madre es colombiana, mi abuela también, mi
bisabuela igual, de Santander. Mi padre Venezolano. Mi infancia fue pasando de
Venezuela a Colombia. También vine a
comer almojábanas y pandebono.
La verdad: vine invitada al III Coloquio
Internacional de cuento. Es un honor para mí traer el laboratorio de escritura
que yo hago desde hace unos 5 años. Y además para tener un encuentro muy bonito
con otros escritores como Juan Fernando Merino, Gabriel Jaime Alzate, Ricardo Sumalavia
y leer los textos por mí escritos.
Es una bella oportunidad aunque muy
corta ya que son 4 o 5 días y me estoy quedando con muchas ganas de hacer algo
más acá en Cali.
¿Cómo le fue en el taller laboratorio de
cuento breve?
Estoy gratamente sorprendida desde el
primer día. Es un laboratorio muy corto, de dos horas, pero estoy muy
emocionada con algunos de los cuentos que he podido escuchar y como les digo a
los talleristas, son semillas.
Lo que se hace en el laboratorio es
impulsar e incentivar a las personas a que escriban en el momento. Que se
lancen por medio de los insumos que tienen que ver con la construcción de
cuentos.
También me ha gustado mucho la
disposición de los asistentes, porque lo más interesante y lo que me ha tenido
más feliz es que han sido grupos de personas que van desde los muy jóvenes
hasta personas muy adultas.
El nivel de todos me ha sorprendido mucho
para bien porque se lo han tomado muy en serio, porque cada ejercicio lo han
hecho con entusiasmo. Me hubiese gustado disponer de unas 5 horas para estar
allí y leer lo que hacían todos. Lo leído es de un gran nivel, denota que hay lectura, vivencias, observación, que hay
vida detrás de cada texto.
También nos deja ver que en algunos ya está
la semilla de futuros escritores y escritoras. Hay oficio, hay gente que está
escribiendo bien y que están encaminadas a hacerse escritores. Yo me siento súper honrada y agradecida porque
hayan decidido venir al laboratorio.
¿Qué diferencia hay, para quien quiere aprender, entre el cuento normal y
el cuento breve?
La diferencia que yo encuentro a partir
de mi propia experiencia es: yo conocí el micro relato hace más de 5 años y me
enamoré. Fue un amor brutal, y empecé a escribir todos los días.
Considero que el microrrelato es un
género que la gente lo ve y dice: «qué cortito, que fácil». Y no, creo. Escribir
microrrelato requiere de mucha, mucha lectura de buenos escritores de microrrelatos,
porque abundan muchos que no alcanzan el nivel. No todo lo corto, es un microrrelato. Hay que estudiar el género, hay que conocer
cuáles son las herramientas adecuadas para lograr un buen microrrelato, es decir,
hay una exigencia específica.
El cuento también es otro camino
difícil, complejo que requiere de otras formas de escritura. Hay algunos que
dicen que escriben un cuento de una sentada. Yo digo que si acaso es la semilla
de un cuento. Yo creo que la exigencia de los dos es muy alta. Requieren
entrega, disciplina, disposición y mucho trabajo.
Ana María Shua dice respecto al microrrelato, pero también vale para el
cuento: son diamantes, que hay que pulir, quitar, darles el brillo, quitarles
el polvo, y sacar el diamante y estar dispuestos a que si se rompe una
esquinita, por mínima que sea, se desecha y a pulir otro.
¿Qué sería lo obligatorio que debe
aprender alguien para escribir cuentos, microrrelato en general para escribir
literatura?
Leer, leer, leer y leer. Y estudiar
leyendo a los grandes. Yo vengo del mundo de la actuación y es también como la
actuación. Yo no me puedo subir a un escenario si no he entrenado mi cuerpo, la
voz, el oído, la observación del mundo, hacerme preguntas. Escribir es lo
mismo. Necesitamos mirar el mundo, ver películas, leer y decidirse a escribir.
Es también preguntarse uno ¿para qué
quiere escribir, para que desee actuar, para qué sueña dirigir? ¿Qué quiero
decir? ¿Que es lo que me duele? ¿Cuál es mi herida? ¿Qué quiero hacer yo y que
llegue a ti? Para mi es importante llegar a la gente.
Los talleres de escritura creativa están
de moda, mucha gente quiere aprender a escribir. ¿Realmente sirven los talleres? ¿Se aprende en un taller a escribir?
Hay una discusión en boga. Yo no puedo
decir que alguien pueda enseñar a alguna persona a escribir. Se puede dar una guía a alguien, recomendarle lecturas,
acortarle pasos, se pueden enseñar herramientas, dar recursos. Pero no se le
puede enseñar a escribir a nadie.
Yo, hasta el día que me vaya voy a
seguir tomando talleres. Ahora mismo estoy estudiando en Argentina y empecé
otro en México. Al mismo tiempo que los doy, yo los tomo. Porque creo que igual
que el cuerpo, es una herramienta que si uno no la entrena decae. Lo mismo
ocurre con la imaginación, la creatividad. Yo creo que una sola vida no
alcanza.
Hay mucha gente —le digo— que conoce las
técnicas pero cuando uno los lee aburren.
Hay quienes no tienen tanta técnica pero tienen “gracia”.
Risas. Es que yo creo que ahí está la
magia. A alguien le escuché decir que luego de que los y las escritoras hacen
llegar sus historias, los académicos pueden analizarlas. Pero de repente puede
haber alguien en un pueblo escondido que no escribe, pero habla y cuenta y
puede resultar que es el mejor del planeta.
¿Para qué se escribe en un mundo en el
que la queja generalizada es que no leemos?
Yo a veces me pregunto: ¿para qué escribo?
Hay miles de libros que salen en el mundo todos los días y somos felices con
dos o tres lectores.
¿Para qué hacemos teatro, películas, si
hay tanto. Yo siento que para ser libres, para crear preguntas, para tratar de
llegar a alguien y que salga un grito del alma y se pregunte: ¿Estás viendo lo
mismo que yo? Sobre todo en estos tiempos. ¿Estás viendo lo mismo que yo? ¿Por
qué está sucediendo lo que está pasando en este planeta en este momento? ¿Por
qué está pasando lo que está pasando en Venezuela? ¿Por qué pasa lo que está
pasando con las mujeres que nos matan cada dos minutos? ¿Por qué estamos
matando al planeta? ¿Por qué? Y, ¿por qué estamos dejando de ser humanos? Para
eso escribimos, para ser libres, para comunicar y tal vez, para no estar tan
solos.
¿Qué se lleva de Cali?
El sol, el amor de la gente, las almojábanas, el pandebono, y el
intercambio de saberes con los otros invitados.
¿Qué le deja a Cali?
Espero que una semillita en todas las
personas que estuvieron en el laboratorio para que sigan escribiendo.
¿Qué la pone triste?
Ahorita, nada. Ah, sí, de repente que me
voy a ir.
¿Qué la pone alegre?
El sol y la sonrisa de la gente.
¿Con qué música acompaña un vino?
Con las canciones de una chica americana
cuyo nombre artístico es LP
Una reflexión que comparta con la gente
que ha quedado prendada de su quehacer, de su trabajo, de sus enseñanzas.
Yo quiero decirles que si tienen ganas
de hacer algo: háganlo. La vida es hoy, la vida es ahora. Si quieren actuar, si
quieren escribir, si quieren dirigir, si quieren bailar, pintar: háganlo. El arte es vida Quiero decirles a todos que no importa la
edad, si uno quiere lograr algo que nadie nos diga que no podemos.
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