LA INFIDELIDAD ES CULPA DE UN GEN
Por Manuel Tiberio Bermúdez
Yo lo había presentido, yo lo intuía; casi que lo adivinaba: la infidelidad
no es culpa de nosotros los hombres.
Yo podía jurar con la mano en el corazón en actitud -como la que asumía un presidente
de amarga recordación-, que el único hombre fiel sobre la faz del planeta fue
nuestro desdichado padre Adán, pero no por falta de iniciativa, sino, porque
según nos narra la Biblia el pobre estaba fatalmente solo: la culebra y Eva…y
ni modo de caerle a la culebra, es decir, nuestro padre Adán no pudo ser infiel
por lo que se llama “sustracción de materia”.
Y para salir en mi ayuda a confirmar esta aseveración sobre la NO culpa de
nuestra infidelidad, los científicos han dicho que ésta se debe a un gen.
Según los informes, científicos suecos del Instituto de Investigación
Karonlinska, en Estocolmo, descubrieron que un gen llamado, alelo 334, es el
culpable de la infidelidad masculina. Ese bicho produce una cosa horrorosa llamada
vasopresina que es la que nos obliga a saltar de catre en catre sin ningún
remordimiento, y lo que es peor, sin nosotros quererlo. ¡Si señor!, ¡Que vivan
los científicos!
Ese maldito gen al que detesto, estimadas señoras, señoritas, viudas,
chicas en estado de merecer, y demás féminas, es el que nos obliga a asumir esa
actitud que ustedes, con razón tanto critican: la infidelidad. Pero ya ven, no
es que uno lo desee, es el maligno alelo 334.
Porque los científicos aseguran que ese inmundo bicho que navega
agazapado en nuestro cuerpo, hace que quienes lo posean sean más propensos a la
«inestabilidad afectiva», como se le debe llamar a la infidelidad, apreciadas
damas.
Mi abuelita que lee todo lo que escribo, poniendo sus manos en la cintura y
moviéndose de un lado a otro en pose de sobradora, me preguntó en tono
socarrón:
—Está bien que hay algunos hombres, como usted dice ahí en ese papel,
tengan ese bicho en la sangre…pero por qué todos los son infieles… ¿ah? Responda usted que sabe tanto.
—Abuelita, —le dije, asumiendo mi actitud más sería y colocando rostro de
dignidad —lo hacemos por solidaridad con los enfermos de ese terrible mal, para
que no se sientan solos, para que vean que estamos con ellos en las duras y en
las maduras. Mejor dicho, abuelita, ¡más bien sírvame el almuerzo!
Jajaja muy buena disculpa echarle la cupla a los genes de la infidelidad, excelente articulo, felicitaciones!
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