DESCUBRÍ AL HOMBRE QUE ERA MI PAPÁ, SIN IDEALIZARLO: CATALINA CASTRO
Por Manuel Tiberio Bermúdez
Llegó al Oiga, mire, lea, 2024 de Cali
para presentar el libro Mi padre, Germán Castro Caycedo.
Es la hija del reconocido periodista Germán
Castro, quien se ganara el aprecio de los colombianos y el respeto de sus
colegas por el trabajo honesto que realizó. La abordé para charlar sobre el
libro que iba a presentar.
Le conté que su padre había estado en
Caicedonia, primero para escribir Colombia Amarga y luego para asistir al
Primer Encuentro Nacional e Internacional de Escritores por la Paz de Colombia.
Amable me concedió tiempo antes de la presentación que haría como parte del
evento.
Muchas son las veces que no se cumple
aquello de que «de tal palo tal astilla». Y lo es en el caso de Catalina
Castro, que hija de dos periodistas
estudio arquitectura, no para llevar la contraria a sus progenitores, sino que
atendió el llamado de su libre discernimiento.
En Cada frase se nota la ternura de la
hija, la devoción por el padre que amaba. Le nombra «papá» con la ternura de
quien aun lo siente a su lado.
En 700 páginas, que son pocas para el
afecto que se trasluce en el contar de Catalina, permite al lector asomarse a
una vida de quien ha sido considerado uno de los buenos periodistas de nuestro
país.
¿Cuál es el recuerdo más antiguo tiene de
su padre?
Uy, —dice— son demasiados.
Lastimosamente tengo muy marcados los últimos recuerdos.
Los primeros que tengo son los de mi
papá contándome historias antes de dormir para ahuyentar mis miedos. Eran
historias de selva, leyendas de La Guajira. Recuerdo sus brazos fuertes y su
voz que me hipnotizaba.
Ya mayorcita, ¿qué sentía cuando él
partía a realizar sus trabajos por esa Colombia difícil que nos contó en sus
libros?
Nunca tuve temor por sus viajes. Creo
que él y mi mamá mitigaron mucho mi incertidumbre al darme información cuando
había viajes peligrosos. Creo que no me daba mucho tiempo de pensar en esto
porque, así mi padre se , siempre estuvo muy presente por medio de sus cartas,
con sus llamadas. Siempre estaba muy pendiente de mis cosas, así no estuviera
ahí, y teníamos una comunicación más allá de las palabras, entonces, nunca
sentí ni temor ni ausencia.
¿Cómo ha recibido el libro el público?
¿Qué encuentran de Germán en el texto y qué descubren de la hija?
Ha sido realmente grato. Yo sentía mucho
temor. Primero porque no le podía quedar mal a mi papá y segundo porque me
estaba confrontando conmigo misma en una tarea que no es mi oficio. Ha sido muy
bello porque me he dado cuenta del amor y el respeto por mi papá. Si yo hubiese
escrito otra historia no hubiese tenido la acogida ha tenido. Es decir, yo no
soy nadie.
Ha sido grato también recibir una
crítica muy positiva en cuanto a la escritura porque yo pienso que parte de mi temor, además de la
promesa que tenía que cumplir, era que me iban a medir respecto a la pluma de
mi papá.
He encontrado gente muy bella que esta
alrededor de esa aureola de mi padre.
Han sido encuentros humanos bellísimos. Todo ha sido maravilloso. Yo
creo que él sigue moviendo sus hilos desde allá de donde esté para acompañarme.
¿Siente que se hizo realidad el refrán
popular que señala «hijo de tigre, sale pintado?»
Pues no sé —dice mientras ríe— me parece
un poco pretencioso. Yo creo que leerse es como escuchar la propia voz. Pienso
que en el libro dije todo lo que tenía que decir, considero que fui muy fiel al
contar su historia, su forma de trabajo, su método. Creo que él hoy si me
leyera, estaría orgulloso de mí.
Sobrepasé muchos obstáculos en los tres
años de escritura y estoy contenta también por la manera en la que expresé la
relación padre e hija y que muchos de los comentarios que me han hecho se
refieren a que sabíamos algo de su trabajo, no todo ya que la investigación es
larga, pero descubrimos al hombre que era mi padre. Ese era otro de los retos:
poder dibujar al hombre detrás del periodista con todos sus claro oscuros, sin
idealizarlo, sino realmente mostrarlos con todas sus zonas de luz y sombras.
¿Qué fue lo que le dio más dificultad
para escribir el libro: el tono, los recuerdos, el reto de ser la hija de un
grande?
Hubo muchos momentos. Primero la
investigación. Una vez que me adentré en ella me di cuenta de que la producción
de mi papá era muy extensa, mucho más allá de lo que yo sabía y el trabajo de
revisión de archivos fue bastante dispendioso.
Es cierto que demoré mucho tiempo
encontrando la estructura, el tono. Durante días y noches llamé a mi editora, Viviana
Castiblanco, quien fue fundamental en este proceso. Cuando desfallecía ella me
animaba o siempre buscó alguna fórmula para decirme, “entonces vete por acá”.
Fue también muy difícil hablar del
duelo, recordar esa última semana de mi papá, pero también la escritura me
ayudó a mantenerlo vivo durante tres años más.
¿Consignó en el libro pensamientos o
palabras que hubiesen sido guía para su padre al andar por la vida?
Pues más que palabras, yo pienso que es
una manera de trasegar por la vida. Creo que mi papá ejerció su vida tal como
ejerció el periodismo: bajo sus parámetros. Más que palabras fue fiel a un
método, a una manera de exponer las noticias, fue irreductible a ir al lugar de
los hechos para revelar el país. Más que palabras se puede descubrir es la
manera que ejerció su oficio y que están en las 700 páginas del libro.
¿Porqué leer el libro?
Porque se descubre el país, porque se revela
su historia y porque además se descubre la determinación de un hombre que
vislumbró, a los 16 años, lo que quería ser y que no bajó la guardia y que fue
fiel a lo que quiso desde el día uno hasta el último.
Dicen que escribir es como una maldición
que persigue al que lo hace una vez. ¿Se arriesgaría a tomar la pluma
nuevamente para escribir alguna historia?
Catalina ríe. Es difícil después de
haber entregado tanto y de quedar vacía luego de haber terminado el libro, y
sobre todo, como decía, yo fui muy metódica en la manera de escribir. Me
levantaba a las 5 de la mañana a hacerlo. Ahora me despierto a las 5 de la
mañana y no tengo nada que hacer.
Pero creo que escribir no es una excusa.
Uno escribe cuando tiene algo que contar. Si llega una historia tan apasionante
que me invite a ser contada lo haría. Por ahora no tengo nada que contar.
¿Qué libro de su padre le gusta más?
Le tengo mucho cariño al Cachalandran
amarillo, porque son 26 leyendas que mi padre me contaba antes de irme a dormir
para espantar mis miedos. A ese libro le tengo, mucho, mucho cariño.
Una reflexión para la gente que conoció
y quiso a su padre.
Quiero agradecer a la gente que conoció
a mi padre y a la que no lo conoció, porque como le dije antes, para mí ha sido
bellísimo todos esos seres anónimos que han llegado a mí gracias al libro, pero
sobre todo por quien era mi papá. He recibido muestras de cariño y afecto con
inmenso agradecimiento, pero sobre todo, agradezco a los seres anónimos, por
leer a mi padre, por admirarlo y por querer seguir ese legado que atraviesa
muchas generaciones. Eso ha sido muy sorpresivo.
Fotos por MTB
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