EL GRITO
Por: Lizardo Carvajal
La educación familiar en nuestro país, para hablar solo de mi tierra, ha
acudido permanentemente al GRITO. A la exclamación con enojo e
increpación, cuando de corregir y dar alguna orden a los hijos, se trata.
Es algo similar al arriabbiato de los italianos. Es decir, al
actuar con rabia, rabbia en ese idioma enérgico. ¡Tantas cosas que le debemos a
los italianos!
El grito, el chillido, el baladro o rugido de los padres, más frecuente
en la madre, existe y ha existido en nuestra sociedad para el trato familiar. Es una de las
características de la educación autoritaria.
Pero no solo de nuestra sociedad neocolonial y dominada. El grito ruge en
toda nuestra cultura patriarcal e histórica basada en el miedo.
Así se comprende EL GRITO título de una de las series de pintura más
famosas de la historia de arte. Son cuatro cuadros del noruego EDWARD
MUNCH, 1863-1944.
EL GRITO nace en la atormentada vida del pintor, educado por un padre
rígido y severo. Se
dice que, a Laura, una hermana suya (ya existían las etiquetas sicológicas) le
diagnosticaron trastorno bipolar.
Munch, el pintor del expresionismo y del simbolismo, del siglo veinte,
escribió en su diario, en 1892:
“Paseaba por un sendero con dos amigos; el sol se puso. De repente, el
cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una valla muerto de
cansancio: sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo
y de la ciudad.
Mis amigos continuaron y yo me quedé
quieto, temblando de ansiedad.
Sentí un grito infinito que atravesaba
la naturaleza”.
Al futuro, lo sé, el grito perderá todo su poder ante una educación
democrática, humanista y de nuevo tipo. No será necesario y será visto como cosa
del pasado, que no le sirve al presente, menos al futuro.
#RevistaOccidental
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